domingo, 23 de febrero de 2014

Director de diario, un oficio de riesgo (1)

¿Mártires de la libertad de información o víctimas de "quien a hierro mata"? Cada caso es diferente, pero hay un hilo conductor

Hace un par de días me llamó la atención un tweet de Quico Ràfols que decía: "En poco tiempo han caído los directores de La Vanguardia, El Mundo y El País. ¿Qué promete Rajoy a los medios para tanta sumisión".



Quico, periodista avant la lettre, que es amigo desde la época en que tenía (él) un Citröen dos caballos de primera mano, está empeñado ahora en un blog acerca de la libertad de la información que merece toda la atención que pueda recibir. Desde su posición de honrado dirigente sindical, de uno de esos sindicatos -el SPC, de periodistas- que están más allá de toda sospecha de corruptelas gremiales y chanchullos con el poder o con los sindicatos más representativos, Quico apunta a Rajoy. Y a mí me hace pensar en la contigüidad temporal de los tres despidos -José Antich, Pedro J. Ramírez y Javier Moreno-, incluso en el orden de los sucesos: primero a por los separatistas, luego a por los desleales, y después a por los otros. A los nuestros ni tocarlos. Pero de ahí a ver la mano de Moncloa, o principalmente esa mano, media suficiente distancia para que debatamos, una vez más, sobre qué o quién nombra y cesa a los directores de los medios. No es una discusión orgánica: ya sabemos que hay consejos de administración, consejeros delegados, etc. Estamos hablando de qué confluencia de fuerzas y de circunstancias conduce a la designación de directores de diarios, esos objetos con mayor caducidad que el pan de gasolinera y que, milagrosamente, siguen atrayendo a gente hasta esos cubículos callejeros repletos de condones, chuches, tabaco y coleccionables diversos denominados quioscos de prensa. ¿De prensa?

Antich-soberanismo+UDC-Caixabank/Javier Godó= Màrius Carol

Por partes. José Antich, primer director de La Vanguardia castellanohablante en varias décadas -siempre será de valorar su esfuerzo por hablar la lengua propia de su tierra-, resultó ser el estandarte del soberanismo periodístico en la ciudad de Barcelona, situación que deja los ojos a cuadros de los que observan con clichés anticuados la realidad de la Cataluña contemporánea. El caso es que, si algo ha caracterizado al diario del Conde de Godó ha sido la constante adulación hacia el sol que más ha calentado. Con el tándem Zapatero-Maragall/Montilla hicieron oposición proconvergente, llegó Mas a la Generalitat y el gobierno autonómico derramó subvenciones sobre su grupo, convertido ya en un conglomerado multimedia. A diferencia de otros, Godó, en la cúpula de Caixabank, hace muchos años que vive apartado de aventuras de endeudamiento temerario, lo que no le ha impedido edificar un grupo multimedia catalán de gran influencia, y al mismo tiempo hacer valer su influencia con un puñado de licencias en Unión Radio-PRISA. Tras la llegada del PP al poder español, Antich seguía dejando hacer al núcleo más soberanista de su staff, y  ni siquiera las reconvenciones explícitas e implícitas de UDC consiguieron cambiar el rumbo.



Tras la habitual secuencia de meses de rumores conspirativos, El señor conde entrega su veredicto: Màrius Carol, hasta entonces director de Comunicación del Grupo, es el hombre. Suspiros de alivio en Madrid y también en el todo Barcelona, ese núcleo pijo de la ciudad de los prodigios y sobre todo del gran jefe de la empresa, que recobra argumentos para seguir sentado cómodamente en la ejecutiva del grupo financiero de la estrella. Y es que los astros nocturnos a veces pueden dar también calor. Todo muy ideológico, pero cuidado: La Vanguardia perdió miles de lectores el año pasado -y fue de los menos perjudicados por la caída-, y algo había que hacer en una empresa donde probablemente trabajan los periodistas mejor pagados de España, y que se ha esforzado por eludir el recurso a los ajustes laborales en su vertiente más traumática. Así que algo había que hacer. Y al fin y al cabo CiU no puede permitirse cerrarle el grifo al Grupo Godó, así que tendrá que conformarse con un poco menos de jabón.


Pedro J., el fin del mourinho de los directores
El caso Pedro J. me parece al mismo tiempo más interesante. No he visto en la mundo de la edición de prensa en España en treinta años una mente más preclara: digo preclara, no honrada, creíble o veraz. Tiene in mente un modelo de periódico y lo lleva a cabo: lo hizo primero en Diario 16 y luego en El Mundo, a donde se llevó a la mayor parte de la redacción del primero. Le adoran muchos de los que trabajan a su lado y le detesta, cada uno con sus propias razones, casi el resto del mundo ¿El Mourinho de la prensa? Tal vez. Menos Zapatero -él sabrá por qué- todos los presidentes le han odiado o despreciado casi desde el primer día, y así se lo han hecho saber a los dueños del periódico, los italianos del grupo RCS. ¿Por qué esta vez habrían de ceder a las presiones del poder político cuando le habían ofrecido su respaldo en el pasado? A lo mejor porque se han cansado de perder dinero en su filial española por centenares de millones. Con ese importe de podría soterrar el AVE a su entrada a las ciudades de Murcia y de Lorca con aire acondicionado en los túneles; o se podría casi terminar la Línea 9 del metro barcelonés; o se podría poner en servicio cerca de la mitad de la T4 de Barajas, que eso sí que es dinero. Pedro J. se comprometió con monetizar los contenidos digitales de su periódico: lo intentó con varias estrategias, y nunca le salió; jibarizó los salarios de sus profesionales; jugó a las compras apalancadas con la operación Recoletos. Y al final, lo que quedaba del gran Pedro J. era una máquina de producir tinta roja en los libros de cuentas y un gigantesco obstáculo para la, tal vez posible, unión de los tres diarios de la derecha española. Caído por Bárcenas y asesinado por los rojos (los números). Casimiro G. Abadillo, su sucesor, es una incógnita, pero llega con una lección bien aprendida: ha visto las barbas de Pedro J. pelar y pretenderá no tener que poner las suyas a remojar en algún tiempo.


Javier Moreno: un carrerón que encuentra su límite

El del director de El País tiene otros tintes llamativos. Javier Moreno llegó a la dirección del diario en 2006, solo 14 años después de ser egresado de la Escuela de Periodismo de El País. Un carrerón para un Licenciado en Químicas: de la tabla de Mendeleiev a la cúspide del olimpo periodístico español en menos de tres lustros. Antes de mandar en El País había dirigido el económico de Prisa Cinco Días, donde demostró que no le temblaba la mano a la hora de ejercer despidos masivos y recortes salariales en su personal de talento. Las cuentas mandan, y parece que eso, unido a sus indiscutibles cualidades profesionales -a la dirección de El País no ha llegado nunca ningún zote en estado puro- convencieron a Cebrián, fundador y sempiterno director en la sombre de toda la orquesta, y a la familia Polanco en sentido amplio. Moreno gozó de los últimos compases de la opulencia publicitaria, tuvo que convivir con un Zapatero desafecto pero educado con el diario y, sobre todo, tenía encomendada la tarea de conducir a El País hasta los confines del universo de la Web 2.0. con tanta contención en costes económicos como en escrúpulos morales. El País practicó movimientos de ida y vuelta en la estrategia de muros de pago en su versión Web, y puso a su legión de profesionales a trabajar largas horas en múltiples versiones para el papel, la Web, les conminó a opinar en los blogs del periódico y, finalmente, despidió a más de 130 de los mejores, y lo hizo en condiciones morales y económicas indignas de los profesionales y de la reputación defendida por la empresa. El talento demostrado  ya no bastaba para seguir en la brecha: mayores de 50 años y periodistas con mala leche deben salir.



Todavía no entiendo como un medio como El País puede permitirse echar a la calle a profesionales como su editora gráfica Marisa Flórez, a mi juicio autora de las mejores imágenes jamás captadas en sede parlamentaria española. El diario tiene pérdidas operativas, sus lectores están desorientados -¿estamos con Rubalcaba o con el PSOE? ¿Defendemos los logros económicos del gobierno del PP? ¿Defendemos a ultranza la gestión de las zonas más turbias de la Casa Real?-, cada vez compran menos el diario, empeñado además en vendernos a la fuerza cosas que no hemos pedido -suplementos de viajes, estilo, etc...-, y mientras descapitalizan a la empresa de su talento -esos editores que tienen la boca llena de intervenciones elogiando el valor del capital humano y la experiencia de los profesionales en cualquier proyecto innovador, el señor Cebrián tiene asignado un salario de 13 millones solo superado por el CEO de Inditex.

Moreno cae tras haber pilotado la operación de innovación en el diario, los sucesivos ERE y recortes de salarios de los profesionales y haberse dejado credibilidad personal y profesional en el empeño. Pero de nuevo defenestrado por los rojos (los números rojos, se entiende), de otro periódico fracasado por el momento en su transición digital. Descanse en paz mientras Antonio Caño, un veterano señalado ahora por el dios local Cebrián como sucesor, toma las riendas. Pero el problema de El País no parece principalmente de orientación editorial, sino de claridad estratégica frente al reto del lector digitalizado. ¿Por cuánto tiempo conseguirán directores generales y consejeros delegados desviar la atención hacia el director y mantenerse en el cargo en esta situación? Están replicando el modelo que hemos visto siempre en las redacciones cuando algo salía mal y, a modo de caricatura decíamos: la culpa es del becario. Ahora las empresas son incapaces de posicionarse en el nuevo empeño y ofrecemos la cabeza del director de los contenidos. Ellos sabrán.



Eso sí, en los próximos tiempos se harán presentes en el accionariado de la empresa editora Caixabank y el Banco Santander. Parece que no les basta con lo que han perdido en sus aventuras inmobiliarias. ¿Tendremos que pagar también entre todos las consecuencias de su inversión en un proyecto como este?

Y después de todo esto pienso, retomando la pregunta de mi amigo Quico Ràfols: hay algo que prometa o pueda prometer Rajoy en este cuadro desolador? En la segunda parte de mi post trato de responder, con mayor brevedad, a algo de eso.

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