lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Dónde quiere estar Microsoft?

Los creadores de Windows son una simple anécdota en el mundo de los dispositivos móviles


Todo lo que tiene que ver con la estrategia de Microsoft en materia de móviles parece maldito o cubierto de una pátina de indiferencia, como si la creación de productos y servicios para la movilidad ubicua fuera una prioridad secundaria. Su reciente laxamiento en hardware, el tablet Surface, resulta original y llamativo, pero ha sido concebido sin un ecosistema de contenidos creíble, según han puesto de manifiesto críticas muy fundamentadas. Su nuevo sistema operativo de móviles Windows Phone mantiene una presencia residual en el mercado. Para completar el panorama, el hombre clave de su estrategia post PC, Steven Sinovsky, deja la compañía en un clima que da a entender que sus esfuerzos por ponerse al día no hallaron apoyo suficiente en el hombre fuerte del grupo, el otro Steve, Steve Ballmer, consejero delegado. ¿Es esto lo que cabe esperar del líder en software del mundo de la informática personal?

Lo más impactante en los últimos cinco años en el universo digital ha provenido de la dinámica de disrupción-evolución en el ecosistema móvil, una secuencia de acontecimientos en la que no ha estado la empresa de Bill Gates. ¿Exageramos? En 2007, el iPhone y la primera entrega de su sistema operativo, el iOS (Apple). El mismo año, el sistema Android (Google). En 2008, App Store (Apple) y Android Market, posteriormente Google Play (Google). En 2010, el iPad (Apple). No se trata de enunciar aquí una lista de apariciones de productos, hablamos del nacimiento de especies nuevas en la sabana digital, de bichos que con su comportamiento modifican el modo en que viven -o mueren- el resto de criaturas del entorno. ¿Qué ha hecho en todo este tiempo el creador de Windows, el gran vendedor de paquetes de productividad con Office, el inventor de un producto triunfador como la Xbox?

¿Nada? No, nada no, pero tal vez muy poco si consideramos la magnitud y la importancia de los cambios que han estado sucediendo al otro lado de los dominios de los señores de las ventanas. Lo cierto es que, tras su co-creación del PC -no es poca cosa-, Microsoft no se ha caracterizado por su adaptabilidad a las nuevas tendencias del mercado de las tecnologías de la información y la comunicación. Mientras Internet crecía por todo el mundo en los 90 apoyado en Netscape, ellos tardaron años en darse cuenta del impacto de la red de redes, ocupados como estaban en la creación de una red propietaria de cuyo nombre no quieren acordarse. La revolución de Linux también les ha pasado por encima. Su gran aportación al hardware, la consola Xbox de videojuegos, que se mantiene en un sector en el que han caído torres tan altas como Sega, sigue teniendo pendiente la asignatura de la portabilidad.



¿Y en materia de móviles? Microsoft tenía un sistema operativo de smartphone, Windows Mobile, con una base de usuarios fieles y con algunos fabricantes de terminales que dieron sus primeros pasos en el mundo de los teléfonos inteligentes bajo al paraguas de Windows -HTC, HP, Sony...-. El punto fuerte de Windows Mobile, allí donde nadie podía igualar su proposición de valor, residía en su afinidad con la plataforma Windows: buenas aplicaciones de productividad, compatibilidad de archivos PC-móvil, y una base de clientes atractiva para los desarrolladores. No era, el sistema operativo en sí, su punto fuerte. Y en estas llegó hace dos años Windows Phone, apoyado en un nuevo concepto de interfaz llamado Metro, posteriormente rebautizada como interfaz de Windows 8, una nueva forma de navegar por los dispositivos digitales. A pesar de las habituales quejas de usuarios disconformes con los cambios, el invento conectaba bien con los sectores de público ávidos de novedades, y se posicionó como referencia para las interfaces del resto de productos de Microsoft. La falta de hardware propio se suplió mediante una alianza con Nokia, hace solo dos años líder mundial en smartphone, que en plena convulsión interna prefirió la alianza con Microsoft a poner en el mercado un sistema operativo nuevo, MeeGo, que estaba a punto.

El resultado ha sido un fracaso, hasta el punto de que los devotos de Windows prefieren comprar teléfonos con un sistema como Windows Mobile, casi descatalogado, a los modernos y atractivos dispositivos de Nokia, como recoge Tomi Ahonen en su blog. ¿Por qué? Podemos buscar razones de varios tipos: las aplicaciones de Windows Mobile son completamente incompatibles con las nuevas de Windows Phone. Por otra parte, Microsoft no ha puesto en manos de su comunidad de desarrolladores de Windows Mobile ninguna herramienta para facilitar la portabilidad a la nueva entrega de sistema operativo. Como consecuencia, el acervo de app disponibles para Windows Mobile es muy limitado, lo que redunda en todavía menos interés de los productores de contenidos y, por supuesto, de los usuarios en general.

Por otra parte, la alianza entre Microsoft y Nokia ha sido claramente infructuosa para ambas partes, y particularmente devastadora para Nokia, que en menos de dos años ha visto reducida a una décima parte su cuota de mercado en smartphone. Años de experiencia del grupo finlandés en el trato con operadores móviles no han conseguido colocar a sus aparatos en los escaparates. Los fieles clientes de Symbian, el sistema de Nokia, no se han pasado a Windows Phone, y el resto de fabricantes de terminales que habían incorporado Windows no ven claro su futuro ante los lazos estrechos que suponen la alianza Nokia-Microsoft.

Lo último ha sido la salida de Microsoft de Sinovsky, para los observadores el cerebro de la estrategia Metro de Microsoft, es decir, cambio radical de interfaz y asimilación de la cultura de la conectividad ubicua. Está por ver si este último episodio significa una nueva maniobra de repliegue o si tras este nuevo revés Microsoft nos sorprenderá con nuevas propuestas más allá de los videojuegos, los sistemas operativos para PC y los paquetes de productividad.

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